No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
F. Pessoa

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jueves

Ella es un delirio & a mí me come la cabeza.

Decía mi madre hoy en el almuerzo, que no le gustaría tener canas. No le gusta ese color del cabello, del cuero cabelludo, del cuerpo entero cargando canas. Yo le respondo que en algún momento deberán salirle & opacarle la cabeza. No te burles, me dice, no es muy bonito, ya te veré cuando estén sliendote líneas blancas & tú apenas tengas cuarenta &cinco años, es triste. Ya no digo nada, ni contradigo eso. Quizá a sí sea, triste el ver su cabello caerse, luego encanecer, luego caerse más. Lo inevitable, creerse humanos & serlo al final del día. Me gusta hablar con mi madre, hasta que comienza a delirar; a decirme Yola, Sandra, Silvia, Raquel. ¿De dónde creerá que me gustan esos nombres? Puede que sí, que no me molesten tanto, pero mis ojos no agunatan, soy tu hija, madre, nómbrame dos &cuarto o pan seco, pero date cuenta que estoy junto a ti.



Soy hombre: duro poco 
y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea


Octavio Paz.


Paz de Octavio. 

A mi madre le gusta pensar que en cierto futuro seré alguien importante. Me imagina con una bata blanca & devolviendo a esta tierra a la desvalida gente, me imagina siempre tan guapa cuando no tengo ni nariz para fruncir cuando comienza ese delirio. Yo le pronostiqué esa enfermedad, o fui yo quien la plantó. Por allá de octubre, principios, algo así; la ví despertarse tarde & pensé "ella nunca hace eso". Deberá estar enferma. Pero nada de eso, simplemente no pudo conciliar el sueño a su hora & tardó un poco más. Se cansó mucho en el día, quiso estar acostada otro poco. Pero la gentil señorita ya había imaginado muchas cosas, muchas situaciones en las que pudo verse envuelta su madre la noche anterior: beber sangre, volar hasta la casa de sus padres & chuparles sangre, andar sonámbula hasta la calle & darle agua al perro, luego beber su sangre. Hasta que le inventé una enfermedad & un reposo interminable. No la muerte, no, sólo un reposo. Para finales de noviembre caía en cama padeciendo dengue. Sangre después de todo. Confío mucho en mí o solamente mi madre hace caso a lo que escribo, cayó enferma, es el punto. No pude menos que sorprenderme. Luego estar con ella, sobarle las piernas, cepillar sus canas & el poco cabello que tiene, sentarme cerca & escucharla mientras deliraba. & luego era yo la que deliraba; acudía al baño & me metía con ropa al agua fría para que pasaran los lapsos, pesqué una gripa asquerosa, pero se terminaron los delirios. Luego de casi un mes en cama, se levantó: dio las gracias & siguió despertándose temprano a barrer el patio, la cocina, la entrada de la casa & siempre a punto de entrar a mi cuarto, la última de las habitaciones, me dice: "Espero que ya estés despierta. Hoy riegas las plantas" & dejo de escribir lo que hace, dejo de imaginar lo que tararea, & me encamino a regar las plantas. Luego de unos versos de Paz de Octavio.

Quiero un Octavio de Paz.

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